10.02.2011

Capitulo 8-parte 2-.

Al salir de casa del Barbas -fue que-pude ver a los guardias dispuestos en las azoteas vigilandolo todo. Muy pendientes de mis movimientos. ¿Como era posible que no los hubiera notado al llegar? No a cualquiera le habrían dejado entrar hasta acá; este business se iba a poner por lo menos movido.

Como pude,salí de esas calles culeras con una sensación agridulce: por más que me quisiera hacer el duro estaba entrando a un compromiso del cuál sería dificíl salir,safarse. Pero yo ya estaba ensartado-por dos lados- y tenía que aguantar y seguirle.

Después hice lo que mejor sabía hacer, recorrer la carretera, perderme a kilómetros de ahí, transformarme en un fantasma en el camíno, un "aparecido" -más- en un pueblo entre las colínas. Para luego regresar con la pila cargada, un poco más consciente de los actos que iban a acontecer, que se proyectaban como en un mal sueño, uno premonitorio.

En los días posteriores corté toda comunicación; nadie tenía mi telefono ni sabría como encontrarme. Se supone que solo contactaría al patrón mediante un e-mail; pero no pude resistirme a citar a Margaret en la zona norte del Distrito-Federal-; lugar donde el patrón no tenía ninguna injerencía en alguno de los hoteles. Ahí hacíamos de las nuestras. "Marga" cada vez más pirada con las drogas y el alcohol. ¿Que drogas?: mota, coca, crack; a veces se metía heroína, pero sabía que no debía coquetear mucho con eso. La cosa es que ella estaba como abandonada; la escuincla que emigró de su natál Guanajuato con engaños de su novio, en busca de oportunidades-mismas que encontró en la putería-ahora se revelaba, tanto de sus captores,que explotaban su cuerpo y su vida, como de sus padres, que, para empezar, no daban una mierda por ella-o eso decía-. Ahora todo le valia absolutamente madres, nada. Mucha de esa coca y  mota se la suministraba yo; en parte para que estuviera más rato conmigo, pero ella podía conseguirla en cualquier lado, de su trabajo, de algún cliente policía, de algún vago,etc. La dulce dama se dedicaba enteramente a sus pequeños vicios. Y yo no era alguien con autoridad moral como para llamarle la atención; menos con la bebida. Nos la estabamos pasando bién, eso era todo. Cuando ya no fuera divertido,a otra cosa. Ella sabía de eso.Y yo sabía que las cosas buenas no duran para siempre.

7.05.2011

Capítulo 8-parte1-Que sirvieran de algo los años que pasé tragando mierda.

Manejé por una calle terregosa al norte del Estado de México; por alguna colonia escupida anárquicamente por ahí, a la orilla de la mancha urbana. El camino era irregular y lleno de baches. Una barda indicaba que un conjunto norteño tocaría el día treinta-faltaban cinco días-de ese mes,de Mayo; y también señalaba que se me había acabado el camino y aún no podía dar con el lugar que buscaba,ya, desesperadamente... No quise dar reversa. Me bajé del auto, como para orientarme, aún sabiendo que era una pésima idea exponerse así -como estaban las cosas, donde cualquiera responde a balazo limpio al no reconocer a alguien-. Efectivamente, el lugar se acomodaba bastante para que algún vatillo, que apenas y sabía apuntar, practicara una bonita emboscada. Se suponía, según los datos, que ese era el lugar, la calle Tamarindos.

Nada me indicaba el nombre de la dichosa calle, lo único que podía leer era el enorme logo de la banda norteña y, en pequeño, los nombres de los otros conjuntos que tocarían, coloridas letras amontonados,pintadas-hasta eso con cierto empeño-sobre una barda blanca.

Mi auto quedó en un camino cerrado, rodeado de dos terrenos, cada uno de los cuales estaba ocupados por grandes casas de dos y tres pisos. Dichas construcciones eran solidas, y en ese paraje de casas humildes desperdigadas y calles sin pavimentar, las dos casas a mi lado se erigían como toscos monumentos. Aún así, estas no desentonaban con el lugar, no tenían acabados, lucían poca pintura o de plano ambas presentaban zonas sin pintar, mostrando sin pudor el color gris de los blocks que formaban sus paredes; todo daba la impresión de estar a medio construir, en "obra negra". No se notaba mucho si esas casas estaban habitadas. Miré los agujeros cuadrados -las ventanas- de cada una de esas construcciones, presintiendo que alguien me observaba desde ahí dentro, aunque yo no lo viera. Decidí volver a llamar por el celular a mi amigo Juan Solares-alias "el Vale"-, para que le hablara a las personas que yo venía a visitar, y que alguien saliera a buscarme, por que todo esto me daba mala espina; no les iba dar chance de que me agarraran lejos de mi coche. Juan "el Vale" me constestó muy amable y me dijo que no había pedo, que tocara en la casa más alta, la que tenía más tinacos en su azotea, y varios autos estacionados en su terreno. Deduje que era la casa que tenía a mi izquierda; hasta ahora notaba que en ese terreno había cuatro camionetas pick up,todas de color blanco,estacionadas con cierta geometría, como prestas a salir en cualquier dirección. Abrí la reja del patio, misma que hacía un rechinido del demonio, si no me habían visto entrar el ruido sin duda les avisaría.La vibra era maldita, pero seguí por que Juan me había dicho que "no había pedo". Por fín toqué la puerta de gruesa madera, y casi de inmediato me abrió una señora regordeta y muy sonriente. En su blusa rosa tenía estampada la figura de Minnie Mouse- la vieja del Mickey Mouse-. Algo en ella me dio más confianza.

-Buenas tardes señora.
-Buenas, pasele, ¿es usted Don Poncho?
-Si señora, Poncho Najera para servirle.
-¿Usted es "antigüedad" de mi marido?
-No señora, el que es su antigüedad es mi buen amigo Juán Solares.
-Ahh usted es amigo de Juanito. Mi marido ahorita viene; esta arriba en su oficina.

Me ofreció un vaso de coca-cola con hielos que me cayó muy bien.
No tardó en aparecer el Barbas, un ex militar de cuarenta y tantos, ya algo pasado de peso desde que salió del activo. Esta vez, aprovechando que ya no estaba sujeto a regulaciones castrenses, hacia honor a su mote usando una barba entrecana. A pesar de su apariencia algo descuidada, se notaba que el Barbas seguía agíl, hiperactivo. Se podría decir que su nueva actividad le motivaba.
La pequeña cantina del Barbas, adornada con bejucos, era muy completa; insistió en que probara un tequila que le habían regalado. Estaba bueno, pero yo me inclíno siempre por el whiskey.
No había mucho que contar. El y yo solo nos habíamos visto un par de veces en estos últimos años, tampoco es que mediara una amistad entre nosotros; solo que conociamos a la misma gente, los dos habíamos pertenecido al ejercito, y teniamos amigos mutuos-como Juanito "el Vale".

-¿Y total, como has estado? -preguntó el Barbas después de servirse el segundo caballito de tequila.
-Pues la verdad más o menos, no encuentro jale más que de guarura o de seguridad privada y esas mamadas...
-Si, siempre es lo mismo, ven que eres militar y a la de a huevo te quieren poner de nana de algún juniorcito pedorro, o cuidando casas, o de pinche policía. Yo estuve así un rato...
-Pero ahora parece que tienes ya tu propío negocio.-el Barbas me miró con ojos de "¿y, tu que sabes de mis negocios cabrón?"-.
-Pues si, efectivamente así es Ponchito, poco a poco me he podido hacer de un changarrito, negocitos por aquí y por aca, ya ves que me deserté del ejercito y anduve de jodido un rato. No se que tanto te habrá contado el Vale.
-Solo me dijo que tu si me podías hacer la balona, y primero Dios, darme una chambita mas o menos digna...ya vez que yo soy machetero, jalador.
-Si pus si...si te conozco que eres chambeador; y de esa gente estoy buscando, sencilla, trabajadora, inteligente... Es una chamba delicada, que necesita de presencía y cabeza fría; es una cosa de instinto y a la vez de inteligencia. ¿Me dice el vale que eres transportista?
-Así es. Saliendo del "eje" me metí a al manejo de vehiculos de transporte, -transporte-de todo tipo de cosas.
-Eso esta muy bueno; por que ya más o menos me das la pauta para ver donde te vamos a colocar.
-¿Entonces como vez, si me haces ese favor?, yo no fallo...
-Eso ya esta compa; usted va a trabajar con nosotros; y pues es un poco como en el eje, ver, oir y callar, y aprender este movimiento. Poco a poco, pero bién al tiro siempre.

El Barbas se portaba muy amable, y con prontitud se acababa el solo su Tequila. No parecía perder congruencía a causa de la ebriedad. Sin dar muchos detalles de la naturaleza de mi nueva labor, el Barbas me hablaba reiteradamente acerca de "la confianza", de disciplina y de orden; cuestiones- a veces no tán abstractas como se pensaría- con las que yo ya estaba acostumbrado a trabajar.

Como le había dicho a Jacinto, es buena idea utilizar los contactos con el gremio, y es bueno tener fama de chambeador. Que sirvieran de algo los años que pasé tragando mierda.

4.26.2011

Capítulo 7 -parte 3-.

Margaret permaneció un rato en el cuarto que yo rentaba. Ella no podía beber alcohol a causa de los medicamentos que le recetaron; pero nadie le dijo que no podía meterse coca como si no hubiera mañana. De cualquier forma, la nariz la tenía casi intacta, algo raro en ese tipo de accidentes, donde el tabique nasal es lo primero que se revienta. Yo hacía lo posible por animarla; por minimizar el hecho de que una herida, suturada, ahora circundaba su frente.

-¿Que les voy a decir a estos culeros?
-Diles que chocaste en el taxi donde venías; no les menciones nada más-aconsejé.
-No, no. Se supone que no tenía que estar ahí en ese momento; se supone que no debía irme con los clientes...

No quise indagar más al respecto, ni preguntar directamente que estaba haciendo en ese coche de lujo manejando sola, ni a quien pertenecía el ahora abandonado trasto que antes había costado una pequeña fortuna. De verdad que en ese momento no era mi prioridad saber esas cuestiones. Tampoco quise saber por que, para ella, era un problema irresoluble decir la verdad de los hechos. Por tranquilidad, por llevar la cosa en paz, más me valia no investigar demasiado.

-Diles que andabas conmigo y ya...
-¡No! ¿Estas loco? Te metería en un pedote. No.
-¿Por que?
-No...tu no sabes.Voy a tener que cargar con la bronca yo sola; ni modo. A ver que pasa. Ya cualquier cosa, me vuelves a llevar a ese hospital-dicho esto soltó una sonora carcajada; ya se estaba pareciendo un poco a la Medusa en sus sardónicos, y algo histéricos, arranques de risa.
-Era una clínica privada-corregí.
-Lo que sea, si algo sale mal lo más probable es que acabe en un lugar de esos. Prometeme que me vas a llevar ahí a que me curen todas las heridas. Y si es necesario a buscar a un cirujano plástico, o algo.
-¿Cirujano plástico?-en el fondo, su miedo parecía ser legitimo. Tal vez yo no había visto aún el lado brutal del trabajo de Marga. -Mira, la verdad no entiendo tanto problema; total, le hago una llamada al Patrón y ni quién te ponga la mano encima.-ella volvió a reír, de una forma un poco mas forzada que la anterior.
-Si ese güey es el que me va a mandar madrear por pendeja. ¿Tu de verdad crees que el ojete del Patrón es tu amigo, o algo? Ese cabrón es un culero; nosotros somos sus pinches esclavos. Tu también, aunque te las des de muy chingón e indispensable; a ti también te esta utilizando bien y bonito. Eres su puta -dijo divertida, y rió. Su risita ahora me sonaba como un estúpido taladro a las seis de la mañana.
-Mira quien lo dice.
-Pues ultimadamente es mi pedo, gracias por el paro y ahí nos vemos. -saltó de la cama abruptamente y agarró su bolsa.

La iba dejar marcharse; pero algo me impulsó a detenerla, a tranquilizarla con palabras. Al final de un corto dialogo -donde me disculpé por si hubo algún malentendido- Margaret se soltó a llorar. Ya no era la puta "irrompible" que se las sabía todas. Era ahora una escuincla de veintidós años perdida en una ciudad que no era la suya. La abracé. Sabía que no dependía de mi el como su vida se desmoronaba entre insondables conflictos-solo maquillados con el oropel y la fiesta ligadas a su profesión-: accidentes, depresiones, adicciones, desconsuelo y amenazas. Sabía que como los gatos, la gracia de Margaret es que siempre había sabido caer de pie. Tenía la absurda confianza de que, aunque no lo pareciera, debía haber una salida de todo esto, una forma de evadir tanta pinche mala vibra que parecía perseguirnos por el camino como una nubecita oscura.

¿Pero qué podíamos hacer para escapar? ¿Meternos más drogas? ¿Largarnos lejos, hasta sudamerica; "desaparecer" en Estados Unidos; o intentar cruzar el charco donde nos transformaríamos en "sudacas" o en "mexicanos bandoleros"? O seguir aquí, escondidos. Intentar -cada día- perdernos en ese mar de caras; o pasar por tímidos habitantes en alguna remota ciudad, en busca de otra vida. ¿Como huir entonces?, ¿conduciendo un trailer más poderoso?, ¿soltando balazos a diestra y siniestra a la primer amenaza, paranoicos y enardecidos? Sin poder bajar la guardia nunca, con nuestras espaldas contra la pared; dispuestos a tirar la vida -hecha un bulto- a la calle, si es necesario.

12.26.2010

Capítulo 7-parte 2-

La voz de Margaret se escuchaba entrecortada; al principio yo no sabía si era por una falla de la maldita señal del celular, después comprendí que ella estaba sollozando nerviosamente. Solo alcanzó a decirme el lugar donde se encontraba y que necesitaba de mi ayuda pues unos policías la querían remitir al Ministerio Público. Conociendo este último dato, junte todo el dinero en efectivo que tenía disponible, unos diez mil pesos. No contaba con más en ese momento; ya había tenido demasiados gastos.

Era de madrugada y pude llegar relativamente rápido al lugar de los hechos. Pronto me dí cuenta de la situación, pues varios autos dañados se encontraban a la orilla de la avenida, junto a ellos había unas tres patrullas y una ambulancia. Al bajar de mi coche percibí el olor a humo y a llanta quemada -el "olor" a desconcierto y a desgracia-. Y al acercarme más, pude ver la magnitud de los daños en los vehículos involucrados, había sido un muy buen putazo.¿Donde estaría Margaret? Me asomé al interior de las patrullas y no la vi. Después, algo-un sentimiento de preocupación de esos que estrujan el alma- me hizo voltear hacía la ambulancia. Ahí estaba ella con el rostro algo hinchado por el golpe y con una herida en la frente que iba a necesitar sutura. Al acercarme y abrazarla su llanto fue inminente. Se había dado bastante duro contra el volante, en pleno rostro, pero por lo demás parecía estar bien. No quiso darme mayores explicaciones. Yo en ese momento no las necesitaba, me bastaba con ver que ella estaba relativamente a salvo, más si se toma en cuenta como había quedado el coche que manejaba: con la parte de enfrente deformada como si estuviera hecha de vil aluminio, doblada con aparente fácilidad como si el cofre estuviera hueco y no tuviera un solido motor dentro.

Rápidamente los policías me pusieron al tanto de la situación. Me dijeron que Margaret había sido la principal responsable al conducir imprudentemente y en evidente estado de ebriedad e impactar un vehículo que a su vez se proyectó contra otro, en una carambola. Me hablaron del costos de los daños a los demás coches, de los daños a un poste, de la falta de seguro por parte de Margaret. Y que después de llevarla al hospital para que le cerraran la herida en la frente con unas puntadas, no tendrían problema en remitirla al Ministerio Público. La única buena noticia de esta situación: los demás involucrados no tenían lesiones graves; pero estaban enfurecidos y clamaban por justicia. Los mismos policías me dieron la pauta a seguir: aparentemente Margaret les había prometido una jugosa mordida a cambio de que la dejaran libre y que reportaran que se había dado a la fuga. El problema, de acuerdo a los agentes, era que ya se habían etrometido otros patrulleros y estos querían su tajada también. Por otro lado, los afectados estaban desesperados, empezaban a sospechar y querían acudir de inmediato a rendir su declaración, aconsejados por sus respectivos seguros; las grúas ya estaban en el lugar listas para trasladar a los autos al mentado M.P. Calculé que intentar llegar a un acuerdo en ese momento y pagar los daños a los otros saldría bastante caro. Acudir al Ministerio Público tampoco parecía ser tan buena opción tomando en cuenta la clara responsabilidad de Margaret en los hechos. Así que lo mejor era intentar convencer a los policías de que nos dejaran "fugarnos". Pero no involucrar a "todos" los policías en este trato; el dinero no me iba a alcanzar.

Hablé con los primeros patrulleros que llegaron al lugar del accidente, los mismos que me informaron la cuestión, y a los que Margaret había intentado convencer; traté de ser todo lo negociador que pude, pero veían difícil llegar a un acuerdo donde todos los polis estuvieran satisfechos. Margaret también intentó ser todo lo seductora y convincente que podía mientras le sangraba la frente y se sentía dolorida. Todo argumento parecía ser en balde, ni las promesas de dinero ni las invitaciones al putero donde chambeaba la Marga parecían tentarlos. Se estaban poniendo difíciles. Y el tiempo no jugaba a nuestro favor, las grúas solo esperaban la indicación de los agentes para arrastrar los autos.

Magaret me dijo que ni el patrón ni nadie del medio debía enterarse de los sucedido. Que estaba en riesgo su trabajo. Entonces se me ocurrió una tontería, una argucia que podía funcionar al calor del momento. Tanto estudiar al Morales me había dejado algo claro, su nombre era una especie de salvoconducto en algunos sectores policiales. Decidí jugar esa carta. Les mencioné al Morales y al comandante que colaboraba con el, solté nombres al por mayor, juré que el Morales, el comandante y yo, eramos muy amigos, y para asegurar la mentira les cité lugares, situaciones, fechas, más nombres. Algo de lo que dije pareció hacer click en uno de los oficiales.

-¿Entons tu conoces al Mazacote?

-Te digo que es cuatito del Morales, y del comandante; si quieres le hablo ahorita...

-No, pus perate, como lo vas a despertar...

-Los dos agentes se alejaron un poco de la ambulancia e hicieron una especie de teamback deliberando la nueva situación. Regresaron con un aire de complicidad.

-Mira, lo que podemos hacer, es que, vamos a hacerles a todos la finta de que vamos al M.P.; hasta a nuestros mismos compañeros. Y en el camino a ver si los podemos perder. Pero ustedes dos tienen que ir con nosotros. Y pus dejarnos la lana; y además, si te vamos a pedir que nos hagas un paro con el Mazacote, que nos recomiendes, pa que nos mueva a su unidad. Pero tienes que asegurarme que si nos vas a echar la mano con el jefe...

-Les aseguro que mañana mismo lo voy a ver y le hablo muy bien de ustedes dos; les digo lo buenas personas que se portaron con nosotros; nada más denme sus nombres completos y sus teléfonos.

Los oficiales sonrieron y se apresuraron a darme sus datos; luego hablaron con sus compañeros y estos les dieron la indicación a todos los involucrados de que nos dirigiéramos a la delegación. Yo moví mi coche a una calle cercana donde lo dejé estacionado, y me subí a la patrulla junto a Margaret, quien hacia presión sobre su frente con una gaza.
Tal como lo habían planteado los policías, pudimos desviarnos del grupo en alguna calle oscura donde nos estacionamos.

-Entonces en lo que quedamos. Aquí los vamos a dejar.

-Entonces quedamos en cinco mil ¿verdad?

-¿Que paso?, dejenos los diez que nos dijo que tenía.

-Veanse cuates, ya ven que el Mazacote es bien fijado, cuando estén trabajando con el, el les sabrá corresponder...
Los policías se quedaron impasibles unos momentos; por fin el más veterano y gordo habló.

-Dame siete, bajense en chinga, y acuerdate de decirle todo al Mazacote. Tiene que ser seguro; sino vamos a buscar a tu vieja al putero donde trabaja y les armamos un pancho.

Les dí siete mil pesos, las gracias, y les aseguré que no habría problemas con el tal Mazacote.
Ya libres, pudimos conseguir un taxi que nos llevó hasta donde estaba mi auto; de ahí nos largamos a una clínica particular cerca de la Villa-de Guadalupe-, donde nunca había problemas en que te atendieran en situaciones como esta, a la hora que fuera. Le dieron algunas puntadas a Margaret, quién se veía muy molesta por la herida. "¡Que pendeja, que pendeja!" se repetía sabedora de que vive de su físico, y una parte importante de este, aunque no lo pareciera, era su carita de muñeca, ahora un poco maltrecha.

12.07.2010

Capítulo 7-parte 1-Cada vez me convencía más de que nuestra decisión fue la correcta.

Cada vez me convencía más de que nuestra decisión fue la correcta. ¿Como íbamos a disparar así nomas a lo pendejo? Y creer que no nos iban a pescar rápidamente.
Seguí investigado al Morales y a su sequito por otras vías; y su influencia era francamente apabullante. Digamos que, el funcionaba como un nexo entre empresarios, negocios poco claros, crímenes, corrupción, y altas esferas; el les hacía el trabajo sucio; era como el "gerente" de sus negocios más chuecos y deshonrosos. Medité acerca de las funciones del Morales, y tenia mucho sentido que su perfil fuera el de un psicópata, bi-polar y amoral. Estaba que ni mandado a hacer para representar eficientemente dicho papel en esta jungla de "salvese quién pueda" en que se había convertido paulatinamente la ciudad -y el país-. Como decía el Patrón, ya no había reglas, solo simulación y traiciones. La gente seguía al Morales, como si fueran patitos, por que era el más loco y atrabancado hijo de puta con entrenamiento militar. Habíamos regresado a un periodo muy básico de terror y miedo. Y en dicha era, el era un nuevo rey tuerto, apadrinado por sus amiguitos políticos y empresarios-las dos cosas a la vez-. Y simultáneamente, nos decían por la tele, que estaban acabando con amenazas como esta. Negocio redondo.

Al rendirle informes al patrón lo notaba hastiado del asunto. Sin embargo seguía financiandome convencido de que mis servicios eran efectivos; y lo mejor, seguía dandome "carta blanca" con Margaret, y con el acceso al bar del putero. Una vez el Patrón me confesó: "Lo que no me van a poder quitar es a las putas; si hasta ellos mismos-el enemigo- se sirven -de ellas-. Imagínate si le hubiese hecho caso a mi esposa de dejar ese negocio. No, si es un business que tiene sus riesgos como todos los buenos business, pero no te deja colgado, es dinero contante y sonante; y lo mejor, te trae influencias. No te puedo decir exactamente que magia tienen las putas, que así como las ves insignificantes, pinches, o conformandose con miserias, jalan a la gente de poder, a los influyentes. Y ya vez; me han salido más leales que los transportistas y los disque amigos políticos que ya voltean bandera a las primeras de cambio".

Rara vez el Patrón se acercaba a sus puteros; para llevar esos negocios tenía a sus representantes. Lo que si lo vi hacer en varias ocasiones era organizar fiestas con invitados muy especiales a los que agasajaba como reyes, rodeados de obras de arte, de viandas y licores de todo tipo, y sobre todo con las putas "estrellas" de sus negocios. Y ahí ni su esposa decía nada. Pues sus amistades salían felices, y su influencia se mantenía con detalles como ese. Nunca me invitó a departir; pero si a servir como seguridad. Al final de sus bacanales nos regalaba algunas botellas y comida. Y todos felices. Por supuesto que veía a Margaret en la casa del patrón en esas ocasiones. Era como si fuera otra; elegante, rodeada de atención, radiante.

Durante unas semanas solamente me estuve haciendo pendejo; esperando a que las cosas se dieran como yo lo creía; y que el Patrón un día me avisaría que ya no necesitaba de mis servicios y me daría chance de regresar con mi trailer a rifarmela como siempre. Pero sospechosamente parecía que al Patrón le convenía tenerme de su oreja un rato. Me daba encarguitos insignificantes, en los que necesitaba a una persona de confianza. Poco a poco me estaba transformando en un gato más. Y los asaltos y los abusos eran la penosa rutina de un trabajo que se seguía cumpliendo; finalmente las cosas tienen que llegar a su lugar de destino por la carretera, indefectiblemente.

En más de una semana no supe nada de Margaret, no contestaba mis llamadas, y en el putero me daban evasivas; realmente me estaba empezando a preocupar, cuando una noche la misma Margaret se comunicó conmigo algo conmocionada.

11.26.2010

Capítulo 6-parte 5-.

Bueno Jacinto. Ya viste como están las cosas. Lo más conveniente es que nos larguemos de aquí. ¿Te quieres vengar del Morales y sus perros? Entonces tenemos que ser un poco más astutos; menos burdos.

Jacinto me veía con cierta incredulidad; como si yo estuviera bromeando.

-No mames Poncho, ya estamos aquí...
-Mira; agachete, y guarda esa pistola. Ahorita que venga el Morales te darás cuenta que hay mucha gente esperando en sus camionetas. Trae mucha escolta como para andar en la ciudad como si nada. Todos tiene pinta de ser militares; esa pinche pinta no te la quitas ni con aguarrás. Entre esos pelados esta su lugarteniente; su mero brazo derecho, que no lo deja solo ni de día ni de noche; te digo que es seguro que sea ex-militar también; alguien como el Morales que estuvo en el ejercito no dejaría que otra persona lo cuidara. Y es seguro que, sea quién sea ese cabrón,el lugarteniente, podemos saber de que antigüedad es; de que generación para que me entiendas....

-Ya te afectó tanta pinche droga Poncho.
-Deja te explico: lo bueno de los militares es que pasaron por el cuartel, y es fácil enterarse de donde son, como les decían, como fueron en el activo, y lo mejor: con quién se juntaban. Y de ahí, pues saber como llegarles de frente y hablando.

Jacinto seguía mirándome como se le ve a un soldado que se acobarda en plena misión.

-Mira, de verdad que cuando yo digo que voy a cumplir algo, pues lo cumplo; básicamente por que me valen madre las consecuencias; pero eso es cosa mía. No me estoy echando pa atrás. De verdad que hasta ahorita pude ver el paisaje completo: estoy muy seguro de que estamos en el bando equivocado; que el patrón quiera o no tendrá que ceder, ya el asedió es muy fuerte, y el viejo ya esta cansado de tanto golpeteo; muy cansado y muy afectado aunque no lo quiera reconocer. Hasta el sabe, a estas alturas, que necesita pactar. Es cuestión de tiempo. Ellos van a cerrar sus tratos y nosotros a la chingada como siempre; va ser en balde tronarnos a ese canijo ahorita. De verdad que no es el momento; todavía no le llega su hora. Es más, estoy seguro que el mismísimo Patrón o cualquiera del medio nos entregaría en charola de plata en cuanto estén buscando a los que se tronaron al Morales. Entiendeme que tenemos que ser un poquito más astutos ante los hechos, mas racionales.

-¿Como estas tan seguro de que el patrón va a pactar?
-No estoy seguro; pero las señales son muchas...es más, si ahorita le preguntáramos al Morales nos lo confirmaría.
-A ver, preguntale.
-No es lo más razonable morro; mejor le preguntamos a alguien de su circulo. El pedo es político; y ya sabemos que los políticos pactan; pero antes asedian, joden pues, para dejar en claro su posición y sacar el mejor trato. Todo son negocios; nosotros solo somos peones, los que hacen el trabajo sucio. Pero hay que salirnos del huacal un poquito,¿no?, para variar. Mira, si quieres le disparamos ahorita que llegue; pero seamos honestos, no nos conviene estar a salto de mata en estos días...

-OK, creo que tienes razón...

Cuando bajamos del edificio noté mucha mayor vigilancia por parte de la policía en los alrededores; también noté que el transito en la avenida más cercana era bastante nutrido y lento. Sin duda habíamos tomado la mejor decisión. Salir de esa trampa mortal iba a ser la verdadera tarea difícil. Algo no estaba bien ese día. Había un aire enrarecido. Como dije, todavía no era la hora para el Morales.

Ya en el coche Jacintó se sinceró:

-Estabamos ofuscados; bueno, yo estoy muy emputado, con mucho coraje hacia ese güey...pero creo que lo mejor es calmarnos un poquito, ¿no?
-Simón.Vamos a calmarnos un poco, y a pensar cuál es la mejor forma de resolver esto; no aventarnos solitos al hoyo y que nos cargue la chingada; no entregarnos tan fácilmente. Vamos a averiguar más de como están organizados estos vatos; ya no guiarnos solo por suposiciones. Tenemos que ir a la fuente de alguna forma. Ya vimos que tiene a muchos policías cuidándole los negocitos. Eso nos habla de que efectivamente el pedo es desde arriba, desde algún politiquillo que protege al Morales. No nada más son esbirros pagados. Acuérdate que te conté que el Morales antes era brazo armado y guarurá de un empresario. Y miralo ahorita; ahora es el, el que parece un empresario hecho y derecho; ya se mueve en otras esferas, más refinadas, mas de cuello blanco. Hay que ver quien lo protege. Y ver que tan pesado esta en la realidad, fuera de lo que se cuenta en la calle. Quién es el Morales ahorita-no fiarnos nada más de su pasado-. O quienes son ahora sus socios. ¿Por que, de pinche huelepedos y sicario, pasó a secretario- casi socio? ¿Que favores le deben a esta fichita?

11.09.2010

Capítulo 6-parte 4-.

¿Que horas son Jacinto?
-Las ocho y veintiséis de la mañana.
-Mira vato, podemos subir ahorita, pero puede que alguna vieja chismosa nos vea mientras tiende la ropa. Pero podemos arriesgarnos, aprovechar que todavía a estas horas esas pinches gallinas viejas están echando la hueva, y agazaparnos en los tinacos por si alguien se acerca.

-Vamos a arriesgarnos pinche Poncho.

-Ta bueno; entonces páseme la bolsita de coca que te encargué.

Jacinto me dio una pequeña bolsa, esta traía estampada una carita feliz amarilla, señal de que se trataba de la droga y del dealer acostumbrado. Puse un poco del polvo en el cuenco que se forma en el dorso de mi mano entre el dedo pulgar y el indice, en ese huequito cabe una buena cantidad de coca. La puse ahí como un profesional-no en balde llevaba ya dos meses metiéndome coca a diario- y la aspiré con vigor, de manera muy natural. Le dí la "bolsita sonriente" a Jacinto, quién vació el resto de la droga en una tarjeta telefónica y la aspiro rápidamente. Revisé mis fosas nasales en el retrovisor, y me sorprendió ver que, a pesar de la tremenda linea que me había metido no hubiera rastros del polvo blanco en mis narices-casi sin vellos-; sorprendido también por que me esmeré más en el acto de rasurarme ese día; también la pinche Margara me había cambiado los hábitos. No más lobo estepario en las carreteras, cabrón.

Lo limpie todo. Con la pura nariz. Se me antojó un porro,como para equilibrar; pero no había tiempo, puesto que teníamos que actuar rápido.

-¿Traes más Jacinto?
-Otra bolsita más.
-Traetela y vamos a subir, tu sigueme tranquilo, como si fueras a la chamba en la mañana, con toda la hueva del mundo, pero dispuesto a chambear; ya que-le vas a hacer-.
-Ya vas.

Salí del auto, ni siquiera le puse seguro a la puerta. Por experiencia-a balazos- sabía que las puertas debían ser fácilmente abiertas en caso de huida, o para resguardarse. Ahora ya estaba eufórico con la coca, así es este polvito: te sube cabrón al principio, por eso parece ser "la pura verdad". Por eso la gente se mata por esta chingadera; te sientes "la mamá de Tarzán", y te truena el coco bien chido. Aquí en mi León Guanajuato... ¡la vida no vale nada!

Subimos por los pisos del edificio sin ningún problema, ni un alma se nos cruzó. La puerta -que da a la azotea- estaba cerrada con la ayuda de un alambre que yo mismo puse, y que la gente seguía utilizando con el fin de que esta permaneciera cerrada. Las personas son tan crédulas y tan borregas a veces.

Arriba la vista era estupenda.

-No mames Poncho, se ve todo muy claro y muy cercano desde aquí, que buen lugar encontraste.
-Fue pura suerte.
-Podría aventar una piedra y daría al parque de enfrente sin problemas.
-Imagínate una bala compa. Ahora agachese y no haga sombra. Ahorita esta saliendo el sol y se ve muy chingón, y todo parece nuevo, un nuevo día lleno de promesas...y es cuando hay que agarrar a la gente en la pendeja.
-No mames.
-Cabrón, es en serio. No mas preparese, prepare su pinchi coraje y su frustración, pero sea pensante, objetivo. Yo voy a hacer este trabajo con este riflito.
-¡Cabrón!
-Simón carnal, wacha este cañon.

Abrí el estuche como había practicado tantas veces; sintiéndome casi casi un héroe de acción, un Chuck Norris, o ya de perdida un Steven Seagal. La armé en chinga, sorprendido ahora por la familiaridad y el magnetismo natural que parecía tener yo con las armas; las de precisión sobre todo. La cargué con refulgentes balas doradas, fabricación del ejercito gringo; y todavía me dí el lujo de montar la base-o tripie- sobre el borde de una pared de ladrillos desgastados.

-Ahora, así, igual en cuclillas; agachadito puto, wacha, hechame aguas, que no venga nadie por esa puerta por que si no lo tendremos que matar. Y pude ser una seño, como su jefa, o un pinchi niño metiche.Y lo vas a tener que matar tu con la pistola que te dí. Por que yo no puedo mover el cañon-el rifle-, por que voy sobre el pinche Morales, y no puedo distraerme. Kill is serious bussiness.
-Ta bueno pues pinche Poncho "pocho".
-No soy pocho, ¿sabes lo que es un "pocho"?....y voy a prender un churrito vato ; por que todavía le cuelga, faltan unos veinte minutos a que venga su padrino, el culero ese.
-No mame, padrino de mole de su abuela es ese guey.
Le dí una fuerte aspirada al churro de mota que había encendido, y que ahora humeaba entre mis dedos. Preguntándome de donde me venía esa confianza estúpida que me hacía comportarme tan "casualmente". ¿Sería que ya había estado ahí muchas veces, ya estaba familiarizado? Sabía que muy bien podía entrar una señora a esa hora, y que bien pudiera vernos y oler lo que fumábamos. Pero también sabia que era una especie de "volado", por que a veces pasaban horas sin que nadie se apareciera cerca de esos abandonados tinacos.

-Oiga Poncho, ¿venimos a trabajar o hechar desmadre drogandonos en una azotea.
-Ja ja. Asi esta bueno, que los patos le tiren a las escopetas. ¿Y que tal si estoy haciendo las dos cosas?, ¿o solo una?, ¿Que tal si una lleva a la otra?
-De que chingados habla, concéntrese hombre, que nos vamos a reventar a un cabrón.
-Ja jaja. No mames guey; si suenas como un Che Guevara cualquiera: "dispare soldado que va matar a un hombre"...

En eso el ruido de unos pasos a través de las escaleras que daban a la azotea se hacían inminentemente más cercanos. Apenas pude apagar lo que quedaba del churro de mariguana con algo de saliva, cuando claramente vi, con la luz de esa mañana, a una señora, venerable anciana, que nos veía con curiosidad. Una persona de carne y hueso-no solo un blanco, algo a eliminar-; y que ahora el destino nos llevaba a tener que eliminar también, consecuentemente...o convencer. La habíamos atraído nosotros, con nuestro pinche ruido. Por que vino directo hacía donde estábamos. No venía a tender ropa o a tomar aire.

-"¿Que hacen aquí?" -preguntó la señora. Jacinto se quedo mudo, sabía que tendría que matarla de ser necesario; y pues el, no era ningún vulgar matón. Era un pinche chamaco casi, de veintitantos años.

-Venimos a checar una fuga de gas señora -dije confiado en mi uniforme que detentaba los logotipos correctos de una compañía de gas.
-¿A que huele?
-Huele mucho a gas señora.- respondí causalmente.
-Ah...bueno....buenos días. -su faz de sospecha cambió a una calmada resolución. La dama otoñal se abrigó, nos mostró su curvada y cansada espalda, y arrastró sus pantuflas sobre el suelo desgastado de la azotea de regreso a su departamento.

No podía creer nuestra suerte. Era una señal, era "doña Epifanía".

Tenía que meterme más coca para celebrar este hecho: esa señora nos estaba dando la señal a seguir; así como los antiguos romanos leían en el vuelo de las aves el destino-los augurios- antes de una batalla.