11.09.2010

Capítulo 6-parte 4-.

¿Que horas son Jacinto?
-Las ocho y veintiséis de la mañana.
-Mira vato, podemos subir ahorita, pero puede que alguna vieja chismosa nos vea mientras tiende la ropa. Pero podemos arriesgarnos, aprovechar que todavía a estas horas esas pinches gallinas viejas están echando la hueva, y agazaparnos en los tinacos por si alguien se acerca.

-Vamos a arriesgarnos pinche Poncho.

-Ta bueno; entonces páseme la bolsita de coca que te encargué.

Jacinto me dio una pequeña bolsa, esta traía estampada una carita feliz amarilla, señal de que se trataba de la droga y del dealer acostumbrado. Puse un poco del polvo en el cuenco que se forma en el dorso de mi mano entre el dedo pulgar y el indice, en ese huequito cabe una buena cantidad de coca. La puse ahí como un profesional-no en balde llevaba ya dos meses metiéndome coca a diario- y la aspiré con vigor, de manera muy natural. Le dí la "bolsita sonriente" a Jacinto, quién vació el resto de la droga en una tarjeta telefónica y la aspiro rápidamente. Revisé mis fosas nasales en el retrovisor, y me sorprendió ver que, a pesar de la tremenda linea que me había metido no hubiera rastros del polvo blanco en mis narices-casi sin vellos-; sorprendido también por que me esmeré más en el acto de rasurarme ese día; también la pinche Margara me había cambiado los hábitos. No más lobo estepario en las carreteras, cabrón.

Lo limpie todo. Con la pura nariz. Se me antojó un porro,como para equilibrar; pero no había tiempo, puesto que teníamos que actuar rápido.

-¿Traes más Jacinto?
-Otra bolsita más.
-Traetela y vamos a subir, tu sigueme tranquilo, como si fueras a la chamba en la mañana, con toda la hueva del mundo, pero dispuesto a chambear; ya que-le vas a hacer-.
-Ya vas.

Salí del auto, ni siquiera le puse seguro a la puerta. Por experiencia-a balazos- sabía que las puertas debían ser fácilmente abiertas en caso de huida, o para resguardarse. Ahora ya estaba eufórico con la coca, así es este polvito: te sube cabrón al principio, por eso parece ser "la pura verdad". Por eso la gente se mata por esta chingadera; te sientes "la mamá de Tarzán", y te truena el coco bien chido. Aquí en mi León Guanajuato... ¡la vida no vale nada!

Subimos por los pisos del edificio sin ningún problema, ni un alma se nos cruzó. La puerta -que da a la azotea- estaba cerrada con la ayuda de un alambre que yo mismo puse, y que la gente seguía utilizando con el fin de que esta permaneciera cerrada. Las personas son tan crédulas y tan borregas a veces.

Arriba la vista era estupenda.

-No mames Poncho, se ve todo muy claro y muy cercano desde aquí, que buen lugar encontraste.
-Fue pura suerte.
-Podría aventar una piedra y daría al parque de enfrente sin problemas.
-Imagínate una bala compa. Ahora agachese y no haga sombra. Ahorita esta saliendo el sol y se ve muy chingón, y todo parece nuevo, un nuevo día lleno de promesas...y es cuando hay que agarrar a la gente en la pendeja.
-No mames.
-Cabrón, es en serio. No mas preparese, prepare su pinchi coraje y su frustración, pero sea pensante, objetivo. Yo voy a hacer este trabajo con este riflito.
-¡Cabrón!
-Simón carnal, wacha este cañon.

Abrí el estuche como había practicado tantas veces; sintiéndome casi casi un héroe de acción, un Chuck Norris, o ya de perdida un Steven Seagal. La armé en chinga, sorprendido ahora por la familiaridad y el magnetismo natural que parecía tener yo con las armas; las de precisión sobre todo. La cargué con refulgentes balas doradas, fabricación del ejercito gringo; y todavía me dí el lujo de montar la base-o tripie- sobre el borde de una pared de ladrillos desgastados.

-Ahora, así, igual en cuclillas; agachadito puto, wacha, hechame aguas, que no venga nadie por esa puerta por que si no lo tendremos que matar. Y pude ser una seño, como su jefa, o un pinchi niño metiche.Y lo vas a tener que matar tu con la pistola que te dí. Por que yo no puedo mover el cañon-el rifle-, por que voy sobre el pinche Morales, y no puedo distraerme. Kill is serious bussiness.
-Ta bueno pues pinche Poncho "pocho".
-No soy pocho, ¿sabes lo que es un "pocho"?....y voy a prender un churrito vato ; por que todavía le cuelga, faltan unos veinte minutos a que venga su padrino, el culero ese.
-No mame, padrino de mole de su abuela es ese guey.
Le dí una fuerte aspirada al churro de mota que había encendido, y que ahora humeaba entre mis dedos. Preguntándome de donde me venía esa confianza estúpida que me hacía comportarme tan "casualmente". ¿Sería que ya había estado ahí muchas veces, ya estaba familiarizado? Sabía que muy bien podía entrar una señora a esa hora, y que bien pudiera vernos y oler lo que fumábamos. Pero también sabia que era una especie de "volado", por que a veces pasaban horas sin que nadie se apareciera cerca de esos abandonados tinacos.

-Oiga Poncho, ¿venimos a trabajar o hechar desmadre drogandonos en una azotea.
-Ja ja. Asi esta bueno, que los patos le tiren a las escopetas. ¿Y que tal si estoy haciendo las dos cosas?, ¿o solo una?, ¿Que tal si una lleva a la otra?
-De que chingados habla, concéntrese hombre, que nos vamos a reventar a un cabrón.
-Ja jaja. No mames guey; si suenas como un Che Guevara cualquiera: "dispare soldado que va matar a un hombre"...

En eso el ruido de unos pasos a través de las escaleras que daban a la azotea se hacían inminentemente más cercanos. Apenas pude apagar lo que quedaba del churro de mariguana con algo de saliva, cuando claramente vi, con la luz de esa mañana, a una señora, venerable anciana, que nos veía con curiosidad. Una persona de carne y hueso-no solo un blanco, algo a eliminar-; y que ahora el destino nos llevaba a tener que eliminar también, consecuentemente...o convencer. La habíamos atraído nosotros, con nuestro pinche ruido. Por que vino directo hacía donde estábamos. No venía a tender ropa o a tomar aire.

-"¿Que hacen aquí?" -preguntó la señora. Jacinto se quedo mudo, sabía que tendría que matarla de ser necesario; y pues el, no era ningún vulgar matón. Era un pinche chamaco casi, de veintitantos años.

-Venimos a checar una fuga de gas señora -dije confiado en mi uniforme que detentaba los logotipos correctos de una compañía de gas.
-¿A que huele?
-Huele mucho a gas señora.- respondí causalmente.
-Ah...bueno....buenos días. -su faz de sospecha cambió a una calmada resolución. La dama otoñal se abrigó, nos mostró su curvada y cansada espalda, y arrastró sus pantuflas sobre el suelo desgastado de la azotea de regreso a su departamento.

No podía creer nuestra suerte. Era una señal, era "doña Epifanía".

Tenía que meterme más coca para celebrar este hecho: esa señora nos estaba dando la señal a seguir; así como los antiguos romanos leían en el vuelo de las aves el destino-los augurios- antes de una batalla.