8.12.2010

Capítulo 6-parte 3-.

Nadie esperaría un movimiento como este. Era una locura. Dos "pelagatos", dos pinches "choferes" de trailers se iban a tronar a el Morales de un solo balazo. Era absurdo; pura justicia poética.

Íbamos en un coche usado,algo traqueteado,pero con un buen motor. Me lo dejaron a buen precio en un municipio cerca de Puebla-la ciudad-,era un vehículo muy común,de ser necesario no habría problema en dejarlo botado por ahí. Lo compré para tal fin semanas antes. Francamente no teníamos un plan. Actuábamos por impulso; ese extraño impulso que te dice que todo va a salir bien.

Llegamos al lugar como a las ocho de la mañana; aún había que esperar un poco antes de las nueve para subir a la azotea del edificio. Hora en que como era su costumbre, el Morales corría alrededor del parque; completamente confiado en que nadie le haría nada. Jacinto se veía un poco más tranquilo; concentrado en la misión.

La gente en la calle tenía mucha prisa, estaban en sus propios asuntos a esa hora de la mañana; así que aproveché para pasarme al asiento trasero del auto y darle una ojeada al fusil, revisar que estuviera en orden. Lo limpié con un paño,sin sacarlo de su estuche,acaricié su cacha con superficie de madera, como acariciando la dulce venganza. El fusil -de buen calibre y con una estupenda mira telescópica- fue el primer gasto fuerte que hice con la lana que me daba el patrón. Era lo primero que necesitaba, puesto que ya tenía dos pistolas. Sabía que la forma de atacar al enemigo era al estilo francotirador, agazapado, casi invisible. Ellos eran un comando, yo sería entonces un molesto insurgente.

Como bien lo había señalado Jacinto,el verdadero problema con esta gente, es que nadie les daba batalla, nadie les reclamaba, solo nos poníamos todos empinados "de a cañón" y esperábamos a que, con suerte, no nos transformáramos en el siguiente en ser cadáver.

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