10.02.2011

Capitulo 8-parte 2-.

Al salir de casa del Barbas -fue que-pude ver a los guardias dispuestos en las azoteas vigilandolo todo. Muy pendientes de mis movimientos. ¿Como era posible que no los hubiera notado al llegar? No a cualquiera le habrían dejado entrar hasta acá; este business se iba a poner por lo menos movido.

Como pude,salí de esas calles culeras con una sensación agridulce: por más que me quisiera hacer el duro estaba entrando a un compromiso del cuál sería dificíl salir,safarse. Pero yo ya estaba ensartado-por dos lados- y tenía que aguantar y seguirle.

Después hice lo que mejor sabía hacer, recorrer la carretera, perderme a kilómetros de ahí, transformarme en un fantasma en el camíno, un "aparecido" -más- en un pueblo entre las colínas. Para luego regresar con la pila cargada, un poco más consciente de los actos que iban a acontecer, que se proyectaban como en un mal sueño, uno premonitorio.

En los días posteriores corté toda comunicación; nadie tenía mi telefono ni sabría como encontrarme. Se supone que solo contactaría al patrón mediante un e-mail; pero no pude resistirme a citar a Margaret en la zona norte del Distrito-Federal-; lugar donde el patrón no tenía ninguna injerencía en alguno de los hoteles. Ahí hacíamos de las nuestras. "Marga" cada vez más pirada con las drogas y el alcohol. ¿Que drogas?: mota, coca, crack; a veces se metía heroína, pero sabía que no debía coquetear mucho con eso. La cosa es que ella estaba como abandonada; la escuincla que emigró de su natál Guanajuato con engaños de su novio, en busca de oportunidades-mismas que encontró en la putería-ahora se revelaba, tanto de sus captores,que explotaban su cuerpo y su vida, como de sus padres, que, para empezar, no daban una mierda por ella-o eso decía-. Ahora todo le valia absolutamente madres, nada. Mucha de esa coca y  mota se la suministraba yo; en parte para que estuviera más rato conmigo, pero ella podía conseguirla en cualquier lado, de su trabajo, de algún cliente policía, de algún vago,etc. La dulce dama se dedicaba enteramente a sus pequeños vicios. Y yo no era alguien con autoridad moral como para llamarle la atención; menos con la bebida. Nos la estabamos pasando bién, eso era todo. Cuando ya no fuera divertido,a otra cosa. Ella sabía de eso.Y yo sabía que las cosas buenas no duran para siempre.

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