12.06.2008

Capítulo 3-parte1-.Que buen agente encubierto ibamos a enrolar.

Parecía que las ordenes de Don Federico Gamboa "el Patrón" eran muy claras: ir de "oreja" entre traileros y conexos, a ver de que me enteraba; los otros colaborades que el Patrón me recomendaba, también serían "orejas"-supuestamente bajo mis ordenes-, que luego informarían todo directamente al Patrón. Pero la verdad es que no me dio más detalles, ni instrucciones especificas; ni un esboso de como iba a funcionar esto, o con quién podiamos acudir y reportarnos ademas de el. No es que esperara un manual, pero vaya que Don Gamboa era un hombre de pocas palabras.

En los hechos, todo parecía indicar que el Patrón confiaba plenamente en mi para organizar todas estas tareas. ¿Pero a que se debía esta confianza? Siendo el Patrón alguien tan influyente y solicitado, ¿por que asignó investigaciones de este tipo precisamente a mi? ¿y por que entre las personas que el recomendó personalmente se encontraban dos sendas ratotas?

Revisando los expedientes de los otros seleccionados pensé que tal vez el Patrón gustaba y sabía acerca del juego del Ajedrez. Me dio esa impresión al comprobar que entre los perfiles había algo así como ¨dos de cada uno¨: dos ratas -basura poco confiable-, dos jóvenes de escasa experiencia-novatos-, dos gordos traileros con muchos kilómetros recorridos, dos chambeadores que se dedicaban duro a su trabajo pero que eran poco conocidos, y bueno, una ¨reina¨, Doña Berta dueña de un paradero -un restaurante- entre el Estado de México e Hidalgo, y cuyas redes de negocios se extienden hasta Puebla, Veracruz, Tamaulipas y Tabasco –todas zonas caliente en esos momentos-. la Doña era radio-aficionada, y se mantenía en contacto a través de banda ancha -y corta- con los traileros; y como no, Doña Berta es Madame-madrota- cuando se le solicita algún servicio de este tipo. Siempre hay gordas a su disposición en esos Estados.
Supuse que ella serviría de perfecto enlace; que si estábamos bien coordinados ella nos ayudaría a dar con lo que buscabamos en poco tiempo; rara vez escapaba algo de su radio de acción; y de su radio de alta potencia, que dice la leyenda entre traileros, a veces puede escuchar todas tus conversaciones sin que tu hayas accionado ningún botón, ni movido nada, pues el radio de los trailers tenía un microfonito que nadie podía encontrar, y que era instalado cuando uno iba al taller. Sonaba a cuento chino, aunque a estas alturas todo era posible. Pero la explicación mas lógica, casi siempre es la más plausible, y lo que muchos no tomaban en cuenta, es que, por si misma, Doña Berta era una antena de radio humana que con solo sentarse a escuchar una conversación en su mugriento restaurantucho, era capaz de recopilar datos para después, y con animo de chisme, hilvanar historias muy cercanas a los hechos. Era muy conveniente -si se deseaba saber algo- poner atención a ese centro de información que eran las charlas de Doñá Berta.
El restaurante-ingeniosamente llamado ¨El paradero¨- también contaba con farmacia, y venta de vinos y licores-algunos muy especializados que mandaba traer de toda la republica para satisfacer a la clientela acostumbrada a viajar y a conocer, Mezcal de Oaxaca, Charanga de Michoacán, o Bacanora de Sonora- ; también tenía chochos y una amplia variedad de bebidas para estar despierto; y una vez la ví vendiendo hongos alucinegenos a un irresponsable conductor que juraba que de esa forma ni sentía el trayecto de México a Monterrey, o que cruzaba sierra y desiertos hasta Hermosillo como si nada. Que de hecho recomendaba la experiencia psicotrópica en esos entornos.

Así que resolví ir con Doña Berta a pedirle su opinión acerca de cada uno de los seleccionados por el Patrón, comentarle un poco la situación, y pedirle su bendición, la que ella da a los traileros que lo solicitan -que consideran la misma, de manos de Doña Berta, como sagrada; de buena suerte para el viaje- .
Tenía mis motivos para confiar en ella. Siempre se había mostrado leal al Patrón ; por lo que se le debe todo a el, y no se le ocurriría hacerle una trastada, menos a estas alturas.
Necesitaba llevarme a alguien de aquí, que cuidara mis espaldas, que conduciera el trailer mientras yo duermo, para no pararnos nunca. Me decidí por uno de los novatos. Era un chavo que según su expediente era hijo de un trailero muy fiel al Patrón. Vi su fotografía y no me dio mala espina. Así que lo cité para hablarle del asunto e irnos en mi trailer-esta vez sin carga- rápido con doña Berta, que seguramente ya sabía algo de todo esto.

Revisé el expediente de Doña Berta y no pude evitar sonreír al ver su fotografía. De unos sesenta años, con actitud de señora ¨grande¨y enferma –de abuelita-; con todo y un chal tejido encima. No despertaba ninguna sospecha. Que buen agente encubierto íbamos a enrolar.

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