12.26.2010

Capítulo 7-parte 2-

La voz de Margaret se escuchaba entrecortada; al principio yo no sabía si era por una falla de la maldita señal del celular, después comprendí que ella estaba sollozando nerviosamente. Solo alcanzó a decirme el lugar donde se encontraba y que necesitaba de mi ayuda pues unos policías la querían remitir al Ministerio Público. Conociendo este último dato, junte todo el dinero en efectivo que tenía disponible, unos diez mil pesos. No contaba con más en ese momento; ya había tenido demasiados gastos.

Era de madrugada y pude llegar relativamente rápido al lugar de los hechos. Pronto me dí cuenta de la situación, pues varios autos dañados se encontraban a la orilla de la avenida, junto a ellos había unas tres patrullas y una ambulancia. Al bajar de mi coche percibí el olor a humo y a llanta quemada -el "olor" a desconcierto y a desgracia-. Y al acercarme más, pude ver la magnitud de los daños en los vehículos involucrados, había sido un muy buen putazo.¿Donde estaría Margaret? Me asomé al interior de las patrullas y no la vi. Después, algo-un sentimiento de preocupación de esos que estrujan el alma- me hizo voltear hacía la ambulancia. Ahí estaba ella con el rostro algo hinchado por el golpe y con una herida en la frente que iba a necesitar sutura. Al acercarme y abrazarla su llanto fue inminente. Se había dado bastante duro contra el volante, en pleno rostro, pero por lo demás parecía estar bien. No quiso darme mayores explicaciones. Yo en ese momento no las necesitaba, me bastaba con ver que ella estaba relativamente a salvo, más si se toma en cuenta como había quedado el coche que manejaba: con la parte de enfrente deformada como si estuviera hecha de vil aluminio, doblada con aparente fácilidad como si el cofre estuviera hueco y no tuviera un solido motor dentro.

Rápidamente los policías me pusieron al tanto de la situación. Me dijeron que Margaret había sido la principal responsable al conducir imprudentemente y en evidente estado de ebriedad e impactar un vehículo que a su vez se proyectó contra otro, en una carambola. Me hablaron del costos de los daños a los demás coches, de los daños a un poste, de la falta de seguro por parte de Margaret. Y que después de llevarla al hospital para que le cerraran la herida en la frente con unas puntadas, no tendrían problema en remitirla al Ministerio Público. La única buena noticia de esta situación: los demás involucrados no tenían lesiones graves; pero estaban enfurecidos y clamaban por justicia. Los mismos policías me dieron la pauta a seguir: aparentemente Margaret les había prometido una jugosa mordida a cambio de que la dejaran libre y que reportaran que se había dado a la fuga. El problema, de acuerdo a los agentes, era que ya se habían etrometido otros patrulleros y estos querían su tajada también. Por otro lado, los afectados estaban desesperados, empezaban a sospechar y querían acudir de inmediato a rendir su declaración, aconsejados por sus respectivos seguros; las grúas ya estaban en el lugar listas para trasladar a los autos al mentado M.P. Calculé que intentar llegar a un acuerdo en ese momento y pagar los daños a los otros saldría bastante caro. Acudir al Ministerio Público tampoco parecía ser tan buena opción tomando en cuenta la clara responsabilidad de Margaret en los hechos. Así que lo mejor era intentar convencer a los policías de que nos dejaran "fugarnos". Pero no involucrar a "todos" los policías en este trato; el dinero no me iba a alcanzar.

Hablé con los primeros patrulleros que llegaron al lugar del accidente, los mismos que me informaron la cuestión, y a los que Margaret había intentado convencer; traté de ser todo lo negociador que pude, pero veían difícil llegar a un acuerdo donde todos los polis estuvieran satisfechos. Margaret también intentó ser todo lo seductora y convincente que podía mientras le sangraba la frente y se sentía dolorida. Todo argumento parecía ser en balde, ni las promesas de dinero ni las invitaciones al putero donde chambeaba la Marga parecían tentarlos. Se estaban poniendo difíciles. Y el tiempo no jugaba a nuestro favor, las grúas solo esperaban la indicación de los agentes para arrastrar los autos.

Magaret me dijo que ni el patrón ni nadie del medio debía enterarse de los sucedido. Que estaba en riesgo su trabajo. Entonces se me ocurrió una tontería, una argucia que podía funcionar al calor del momento. Tanto estudiar al Morales me había dejado algo claro, su nombre era una especie de salvoconducto en algunos sectores policiales. Decidí jugar esa carta. Les mencioné al Morales y al comandante que colaboraba con el, solté nombres al por mayor, juré que el Morales, el comandante y yo, eramos muy amigos, y para asegurar la mentira les cité lugares, situaciones, fechas, más nombres. Algo de lo que dije pareció hacer click en uno de los oficiales.

-¿Entons tu conoces al Mazacote?

-Te digo que es cuatito del Morales, y del comandante; si quieres le hablo ahorita...

-No, pus perate, como lo vas a despertar...

-Los dos agentes se alejaron un poco de la ambulancia e hicieron una especie de teamback deliberando la nueva situación. Regresaron con un aire de complicidad.

-Mira, lo que podemos hacer, es que, vamos a hacerles a todos la finta de que vamos al M.P.; hasta a nuestros mismos compañeros. Y en el camino a ver si los podemos perder. Pero ustedes dos tienen que ir con nosotros. Y pus dejarnos la lana; y además, si te vamos a pedir que nos hagas un paro con el Mazacote, que nos recomiendes, pa que nos mueva a su unidad. Pero tienes que asegurarme que si nos vas a echar la mano con el jefe...

-Les aseguro que mañana mismo lo voy a ver y le hablo muy bien de ustedes dos; les digo lo buenas personas que se portaron con nosotros; nada más denme sus nombres completos y sus teléfonos.

Los oficiales sonrieron y se apresuraron a darme sus datos; luego hablaron con sus compañeros y estos les dieron la indicación a todos los involucrados de que nos dirigiéramos a la delegación. Yo moví mi coche a una calle cercana donde lo dejé estacionado, y me subí a la patrulla junto a Margaret, quien hacia presión sobre su frente con una gaza.
Tal como lo habían planteado los policías, pudimos desviarnos del grupo en alguna calle oscura donde nos estacionamos.

-Entonces en lo que quedamos. Aquí los vamos a dejar.

-Entonces quedamos en cinco mil ¿verdad?

-¿Que paso?, dejenos los diez que nos dijo que tenía.

-Veanse cuates, ya ven que el Mazacote es bien fijado, cuando estén trabajando con el, el les sabrá corresponder...
Los policías se quedaron impasibles unos momentos; por fin el más veterano y gordo habló.

-Dame siete, bajense en chinga, y acuerdate de decirle todo al Mazacote. Tiene que ser seguro; sino vamos a buscar a tu vieja al putero donde trabaja y les armamos un pancho.

Les dí siete mil pesos, las gracias, y les aseguré que no habría problemas con el tal Mazacote.
Ya libres, pudimos conseguir un taxi que nos llevó hasta donde estaba mi auto; de ahí nos largamos a una clínica particular cerca de la Villa-de Guadalupe-, donde nunca había problemas en que te atendieran en situaciones como esta, a la hora que fuera. Le dieron algunas puntadas a Margaret, quién se veía muy molesta por la herida. "¡Que pendeja, que pendeja!" se repetía sabedora de que vive de su físico, y una parte importante de este, aunque no lo pareciera, era su carita de muñeca, ahora un poco maltrecha.

12.07.2010

Capítulo 7-parte 1-Cada vez me convencía más de que nuestra decisión fue la correcta.

Cada vez me convencía más de que nuestra decisión fue la correcta. ¿Como íbamos a disparar así nomas a lo pendejo? Y creer que no nos iban a pescar rápidamente.
Seguí investigado al Morales y a su sequito por otras vías; y su influencia era francamente apabullante. Digamos que, el funcionaba como un nexo entre empresarios, negocios poco claros, crímenes, corrupción, y altas esferas; el les hacía el trabajo sucio; era como el "gerente" de sus negocios más chuecos y deshonrosos. Medité acerca de las funciones del Morales, y tenia mucho sentido que su perfil fuera el de un psicópata, bi-polar y amoral. Estaba que ni mandado a hacer para representar eficientemente dicho papel en esta jungla de "salvese quién pueda" en que se había convertido paulatinamente la ciudad -y el país-. Como decía el Patrón, ya no había reglas, solo simulación y traiciones. La gente seguía al Morales, como si fueran patitos, por que era el más loco y atrabancado hijo de puta con entrenamiento militar. Habíamos regresado a un periodo muy básico de terror y miedo. Y en dicha era, el era un nuevo rey tuerto, apadrinado por sus amiguitos políticos y empresarios-las dos cosas a la vez-. Y simultáneamente, nos decían por la tele, que estaban acabando con amenazas como esta. Negocio redondo.

Al rendirle informes al patrón lo notaba hastiado del asunto. Sin embargo seguía financiandome convencido de que mis servicios eran efectivos; y lo mejor, seguía dandome "carta blanca" con Margaret, y con el acceso al bar del putero. Una vez el Patrón me confesó: "Lo que no me van a poder quitar es a las putas; si hasta ellos mismos-el enemigo- se sirven -de ellas-. Imagínate si le hubiese hecho caso a mi esposa de dejar ese negocio. No, si es un business que tiene sus riesgos como todos los buenos business, pero no te deja colgado, es dinero contante y sonante; y lo mejor, te trae influencias. No te puedo decir exactamente que magia tienen las putas, que así como las ves insignificantes, pinches, o conformandose con miserias, jalan a la gente de poder, a los influyentes. Y ya vez; me han salido más leales que los transportistas y los disque amigos políticos que ya voltean bandera a las primeras de cambio".

Rara vez el Patrón se acercaba a sus puteros; para llevar esos negocios tenía a sus representantes. Lo que si lo vi hacer en varias ocasiones era organizar fiestas con invitados muy especiales a los que agasajaba como reyes, rodeados de obras de arte, de viandas y licores de todo tipo, y sobre todo con las putas "estrellas" de sus negocios. Y ahí ni su esposa decía nada. Pues sus amistades salían felices, y su influencia se mantenía con detalles como ese. Nunca me invitó a departir; pero si a servir como seguridad. Al final de sus bacanales nos regalaba algunas botellas y comida. Y todos felices. Por supuesto que veía a Margaret en la casa del patrón en esas ocasiones. Era como si fuera otra; elegante, rodeada de atención, radiante.

Durante unas semanas solamente me estuve haciendo pendejo; esperando a que las cosas se dieran como yo lo creía; y que el Patrón un día me avisaría que ya no necesitaba de mis servicios y me daría chance de regresar con mi trailer a rifarmela como siempre. Pero sospechosamente parecía que al Patrón le convenía tenerme de su oreja un rato. Me daba encarguitos insignificantes, en los que necesitaba a una persona de confianza. Poco a poco me estaba transformando en un gato más. Y los asaltos y los abusos eran la penosa rutina de un trabajo que se seguía cumpliendo; finalmente las cosas tienen que llegar a su lugar de destino por la carretera, indefectiblemente.

En más de una semana no supe nada de Margaret, no contestaba mis llamadas, y en el putero me daban evasivas; realmente me estaba empezando a preocupar, cuando una noche la misma Margaret se comunicó conmigo algo conmocionada.