2.16.2010

Capitulo 6-parte 2-.

Llegué al cuartucho que recién empezaba a rentar en la colonia Portales–“Mortales”-. No había en el más que una cama, una caja de cartón con algo de mi ropa, y ya varias botellas vacías de Ron, Vodka, Tequila, y Whiskey, alineadas en el suelo como pinos de boliche listos para ser derribados de una chuza. Había estado tomando bastante; este nuevo horario y el dinero en mi bolsillo lo hacían posible. Espiar e investigar es tedioso, pero tiene sus recompensas al final de la jornada.

Bebí un poco de Whiskey y algunas cervezas, y me dispuse a dormir; apagué mi celular, no quería que nadie me interrumpiera, necesitaba descanso. En la tarde había rendido un informe directamente al Patrón, y después invité a Margaret a comer a un bonito restaurant; y luego rápido a un Hotel, porque Marga entra a trabajar a las siete de la noche.

Margaret parecía corresponderme. Esta chica era “ley”. Y la verdad es que rara vez había tenido una novia tan sabrosa y tan alivianada; lástima que fuera puta. Tenía que compartirla con otros; ni modo, no se puede tener todo en la vida. Mientras tomaba algo, me quedé reflexionando sobre nuestra relación. ¿Cuánto duraría? ¿Cuánto podíamos durar así?

Ya estaba yo dormido cuando escuché unos fuertes golpes en la puerta. ¿Qué chingaderas eran esas? Nadie sabía donde vivía yo ahora, a excepción del Patrón, Margaret, y…Jacinto. Y efectivamente era Jacinto. Se veía algo turbado, nervioso.

-¿Qué pasó cabrón? ¿Chocaste o que pedo?
-No Poncho, yo estoy bien.
-¿Entonces qué pasó?
-Disculpa que te moleste a estas horas, es que no sé ni que pedo conmigo... estoy hecho mierda...por una noticia. Mataron a mi mejor amigo, trailero del Patrón también. Lo acaban de asesinar. Lo asaltaron entrando al Estado -de México-. Los mismos pinches ojetes, el Morales y sus culeros.

La voz de Jacinto se quebró; debieron de ser muy buenos amigos. Como pude lo tranquilice. Le ofrecí algo de Whiskey y me serví yo también. No sabía que decir; los dos guardamos silencio por un rato. Brindé por la memoria del compañero caído. Tal como Jacinto, el conductor ultimado era joven, trabajador, eficiente, no se metía con nadie. Dejaba desamparadas a una esposa y a dos niñas.

Noté que Jacinto temblaba de rabia, parecía que en cualquier momento haría añicos el vaso de whiskey apretándolo con su mano.

-Ya cálmate Jacinto…- Jacinto rompió a llorar, luego se levantó bruscamente de la cama -donde estaba sentado- y golpeó la pared con toda su furia.

-Tranquilo cabrón, estas paredes son como de cartón, la vas a romper.
Se serenó un poco, luego se disculpó. Yo seguí bebiendo como si nada; comprendía perfectamente lo que era perder a un amigo, asesinado por canallas. También comprendía que en esas situaciones no se puede decir ninguna palabra que consuele realmente.
Jacinto comenzó a hablar en voz baja, entendiendo que en mi cuartucho a esas horas todo se escuchaba.

-Tenemos que matarlo…tenemos que matar al Morales. Hay que vengar a mi amigo; y a todos los traileros que han asesinado impunemente.
-Cálmate compa; por más de acuerdo que yo este contigo, no podemos matarlo así nada más. Ese güey está muy pesado. No creas, yo también pensé que lo más fácil era dispararle en la cabeza y ya, mientras hace ejercicio, o cuando esté comiendo en la terraza del restaurante que frecuenta, para eso tengo mi rifle con mira; pero no, no es tan fácil. Además, si lo matamos, ¿que resolverías? Nos descubriríamos. Se darían cuenta de inmediato que el motivo fue la venganza; nos “olerían” de inmediato. Con tres preguntas, todos esos perros irían por nuestras cabezas sin pensarlo, ya los conoces.
-Por eso. Lo matamos y nos pelamos, nadie va a saber donde estamos. Nos vamos a un pinche pueblito en Hidalgo, donde tengo una novia. Nadie sabría nada. O nos pelamos hasta Guatemala un rato, y luego a Costa Rica, siempre me has contado que tienes contactos por allá.
-¿Y que resolvemos? En menos de una semana va a haber otro Morales; y van a seguir jodiendo a los transportistas del patrón, hasta que este se retire del negocio y ceda las rutas. Ya sabemos que esa es su tirada. Y nosotros a salto de mata cuidandonos de todo mundo, pues los tentáculos de estos cabrones son largos. Y como las autoridades no nos pelan; pues con eso deducimos hasta que punto están involucrados todos ellos en esto. Tienen toda la maquinaría para ir por nuestras cabezas donde estemos. No saben jugar limpio, ya lo vimos.
-Por eso te digo,agarra la onda Poncho, esta sería como una declaración de principios, un mensaje de “hasta aquí”. ¿O quieres seguir jugando al espía mientras siguen asesinando gente, sin que nadie los detenga? Como dices, trabajan en conjunto con polis y “judas” de los pesados, y por lo mismo no se van a detener ante nada para imponer sus rutas, para ganar terreno; por lo menos en lo que les dura este gobierno. Van a seguir haciendo lo que se les de la gana, con su pinche ley. ¡Yo digo que ya estuvo! Es hora de hacer algo. Jugar con sus mismas reglas sádicas. El viejo “ojo por ojo”. Si por eso hacen lo que hacen, porque creen que sus actos no tienen consecuencias, y que ellos tienen las de ganar siempre. Pinche Poncho, si tu siempre dices que para cabrón, cabrón y medio.

No sé si era por el whiskey, combinado con mi cansancio, o el hecho de que me sentía identificado con Jacinto y su ira contra esos asesinos y ladrones escudados en su ley y en sus instituciones corruptas, podridas, pero todo lo que el decía tenía mucho sentido en esos momentos y a esas horas. Su justificación, su plan de escape, el uso del termino "declaración de principios". Javier podía ser muy elocuente; sin duda era un tipo listo. Incluso el arriesgado movimiento que proponía, contribuiría a mi misión principal: acabar con los abusos a traileros.

-Ya estas vato, ya estas. Hoy mismo, a las diez de la mañana nos quebramos a ese cabrón; como tu dices, para mandar un mensaje, y luego, pues que arda Troya. A mi me vale madre. Brindemos por eso; y ya después déjame dormir unas horitas. Necesito un grapazo para lo de al rato; consíguemelo, ya sabes donde, y te regresas para acá; pero no me despiertes hasta las siete. Toma las llaves; ahí hay varo en la guantera.

-Jacinto vio la hora, acabó su bebida, y se marchó de inmediato a despachar mi orden. Yo me serví otro trago, muy cargado para que me noqueara y pudiera dormir un poco. Estaba resuelto a despacharme al Morales; así, de huevos.