12.31.2009

Capítulo 6, -parte 1-:En dos semanas yo ya conocía sus rutas habituales.

En dos semanas yo ya conocía sus rutas habituales. Sabía dónde estaría a esa hora. Los hábitos, esas benditas anclas que mantienen -y construyen- nuestra realidad personal, casi nunca fallan.

Ahí estaba el infame Morales, ex militar, ex policía judicial, y ahora
flamante “empresario”, haciendo ejercicios de calentamiento antes de correr un poco en la pista del parque. Con ropa deportiva de un blanco impecable. Rodeado de guaruras; conduciéndose con un sentimiento de autoafirmación digno de ser analizado y estudiado. “Soy importante” gritaba a los cuatro vientos su actitud, sus modos arrogantes, y hasta su ropa. Si no bastaba el hecho de estar rodeado de personal de seguridad, su postura, su “danza” de calentamiento y estiramiento antes de correr (mientras hablaba por celular de cosas en apariencia también muy importantes) terminaban por redondear el efecto de pavo real. Era más el "calentamiento" y los aspavientos que hacía el Morales, que el ejercicio real que ejecutaba. Era casi cómico, fársico; como ver en una obra de teatro a un actor consumado. El no era un animal cualquiera, era un animal “superior” y privilegiado(esto último si era un hecho comprobado).

Fermín Omar Morales Guzmán, “el Morales”, moviéndose como un tiburón blanco, vigilante y ominoso. Podía estar en un lugar exclusivo, caro, o podía solo estar en una calle solitaria; podía vestir solo “pants” mientras hacía ejercicio, el mensaje siempre era claro: “soy intocable”, “ni lo intentes”.

Aunque yo nunca he hecho mucho caso de ese tipo de mensajes de advertencia. “No entre”, “no estacionarse”, “no, no, y no”. Nunca me los he creído. Tu me ponchas mis llantas, perfecto, yo te mando al puto hospital, así están las cosas. “No entres”; pues gracias por el consejo, pero ¿cómo ves que entro cuando tu ni siquiera estas? Buen intento; pero necesitas algo mejor que mensajitos de advertencia, ¿qué tal que si el que te va a chingar ni siquiera sabe leer?, ¿tu crees que se va a tomar la molestia de leer tu puto letrerito? Las señales son para gente estúpida y crédula, o muy civilizada, gente a la que algo le importa. Si, muy seguramente un pirata se detendría ante un letrero que dijera “Piratas, favor de NO atacar mi barco”; que ingenuos. ¿Tu tienes cañones? Bien hecho, muy loable. Yo no necesito un cañón. Yo solo necesito un instante. Un instante en que tu te distraigas en tus múltiples ocupaciones. Yo sabré esperar. Ahora mismo te podría apuntar a la cabeza con un rifle regular. Eso quiere decir que no eres tan importante; no eres tan intocable. Puro pájaro nalgón. Eres prescindible, y tus patrones también. Estas a mitad del sexenio y ya tienes muchos enemigos; pero a ti con uno te basta. Con el viejo del Patrón; te metiste con un zorro plateado, por algo nunca lo han podido quitar, desde que era político en los setentas.

Sigo observando al tipo de blanco y a su comitiva. Puede faltar un lunes a correr, pero nunca los martes ni los miércoles; los jueves y viernes parecen ser opcionales también. Pero hay algo en su mente, una fijación por correr los días martes y miércoles más de la cuenta, con más vigor que en otros días. Siempre a la misma hora. La constancia es importante en cualquier ejercicio físico. Tengo que darle crédito por eso. Es una rata, pero cuando quiere puede ser muy constante; y sanguinario también. Por eso lo mejor era ser también tajantes y, llegado el momento, deliberadamente violentos; ya era suficiente de andar siguiéndolo, a mi parecer lo mejor era sacarlo de la jugada primero, porque nadie quiere enfrentarse directamente con alguien tan cabrón e impulsivo. Ya había escuchado suficientes historias de Fermín Morales como para no tener precaución. Era brutal y sistemáticamente agresivo; era adicto a la cocaína, a las metanfetaminas, y al alcohol; amante de las fiestas sexuales desbocadas y de los maratones alcohólicos. Para el eran comunes las fiestas de tres días en alguna de sus casas-y aún así, el hijo de puta salía a correr crudo o todavía ebrio-; a pesar de esto sabía mantener una buena imagen profesional. Había sido primero militar, desertó a los cinco años de servicio, y luego, tras un extraño designio, fue comandante de la policía judicial. Aunque después de una larga investigación -nunca lograban tener pruebas suficientes- fue cesado de sus labores en la policía judicial, sin una sola represalia. Al poco tiempo reapareció como jefe de seguridad de un exitoso empresario que se hacía millonario a una velocidad pasmosa.

A Fermín “el Morales” parecía irle bien, a pesar de tener un grueso expediente en la inteligencia militar, y de tener ya fuertes acusaciones por parte de organismos internacionales como la CIA.

Buena carrera tenía este tal Morales, rápida, en ascenso, fructífera en dividendos, con estupendos socios. No es tan mala idea vivir bajo su sombra, ser su amigo, y no contradecirlo en nada.

Capitulo 5, -parte 2-.

Entré a un edificio de departamentos haciéndome pasar por un empleado de la compañía de gas -con uniforme, herramienta y todo; me encantan estos trabajos-. Una vecina me dejó entrar al edificio, y abrió el candado de la azotea mientras me expresaba sus innumerables quejas con el servicio de gas. Fingí que revisaba los ductos, hasta que la señora se marchó. No quiso confiarme la llave del candado de la azotea.

Estaba pensando cómo resolver el problema del candado –pues si iba a vigilar desde ahí, necesitaba entrar y salir a mi antojo-, cuando desde esa altura descubrí un mejor lugar para vigilar: un edificio vecino de menor tamaño, más modesto y descuidado. De todas formas daba al parque de enfrente –el que debía vigilar-. Me trasladé de inmediato a ese edificio. La señora se despidió con su retahíla de quejas. Yo ya me sentía aliviado de no volver a verla nunca.¡Al carajo ese condominio y sus quejumbrosos habitantes!

Entré al otro edificio. La puerta de su azotea estaba anárquicamente abierta, buena señal. Revisé el nuevo lugar; y me agazapé en un rincón del techo de ese viejo inmueble, pensando que el cambio de planes había sido el idóneo. Nadie rondaba por ahí a esas horas-casi las diez de la mañana-, salvo una que otra señora que tendía su ropa para que se secara. Encontré un lugar perfecto desde donde podía vigilar sin ser visto por curiosos: en medio de una pila de agua y una pared. El parque, justo enfrente, se veía casi en su totalidad, una mancha verde, cuadrada, en medio de tanto gris del asfalto y los edificios. Desde ahí podría vigilar sin problemas y desde las alturas a “el Morales” cuando casi todos los días salía a correr acompañado de su séquito de guaruras, los cuales pasaban por ser simples ciudadanos en el parque; y algunos hasta iban de pants y fingían hacer ejercicio, aunque solo hablaran por celular o radio, y no tuvieran pinta alguna de deportistas.

Mientras esperaba a que llegara el sujeto en cuestión -y su comitiva-, recordé la historia que nos contó Roxana de cuando conoció a este personaje –clave de los asaltos-, y se enteró de sus nexos:

- Es un cabrón "cabrón"; para nada es un cabrón "buena onda". Nos miraba a mí y a la Medusa, y a casi todo mundo, con unos ojos de toro loco, que uno no sabía si te quería madrear o te quería coger; o las dos cosas. Muy engañoso el tipo; porque a pesar de su aire de salvaje, la ropa y las joyitas que tenía eran muy caras. Cuando me dí cuenta, "la Medusa" ya estaba platicando con uno de los amigos de este guey – valiéndole madre que viniera contratada por otra persona; la Medusa nunca le pierde, menos cuando ve buen varo-. Y en unos minutos ya éramos todos “amigos”, así que nos invitaron a seguir la fiesta en una de las casas del fulano este, “el Morales” le dicen y se apellida. Yo no estaba muy segura; pero, digamos que estos gueyes eran muy convincentes. De inmediato le sugirieron a nuestros acompañantes que se largaran de ahí sin hacer mucho escándalo, que nosotros nos íbamos con ellos; así, de huevos. Ya en la casa de el Morales, nos pusimos una super pedota; no faltaba nada, el alcohol del que quisieras, coca…; y la Medusa y yo pensamos: pues de aquí somos. Aunque, como te digo, nunca me dieron confianza. Tenían todo el tipo de judiciales –gordos, bruscos , viciosos-, y algunos otros de militares –con cierta disciplina y modos marciales, pero bien pinches locos-; aunque se notaba que ahora gozaban de otro nivel, de otro perfil más "aca", mas de alto ejecutivo, o guarura de algún influyentazo. No les voy a contar todo el desmadre, la cosa es que la fiesta se puso candente y locochona. Y ya en "confianza", uno de estos chavos,el que estuvo más tiempo conmigo, me contó a que se dedicaban, nada más para apantallarme. Yo, pues lo escuchaba; hasta que me contó que había llegado a su poder una carga disque "ilegal" de televisiones que habían decomisado; que si quería hasta me regalaba una, que eran de alta definición, “lsd” y ya sabes, toda la mamada.

-¿Serán televisores de Lcd? –la interrumpí.

-Pus de lo que sean, tu me entendiste. La cosa, es que para dármela, me pedía mi dirección, y que él me la llevaba en persona al día siguiente. La verdad es que ya estaba bien pasado. Pero despertó mi curiosidad, ¿quién te regala una tele de esas así nada más? Claro que le di excusas para no decirle mi dirección; pero la neta, si estaba tentada a tener una tele nueva; para mi niño. Y ahí, pensando, como que lo relacione todo, y me acordé que al Patrón le estaban asaltando su cargas. Luego, ya en mi casa, le pregunté a Doña Berta si le habían robado recientemente una carga de teles de esas al Patrón,hata le dí la marca, y me dijo que sí; por eso yo digo que son ellos. Y lo digo porque me dieron algunos detalles de sus "travesuras". Ya no los seguimos viendo; por si se daban cuenta que nosotras estamos relacionadas con el Patrón y Doña Berta. Fue solo una noche de copas, donde se les fueron algunas palabras de más, frente a nosotras. Y pues la cagaron, porque nos dimos cuenta que había muchas coincidencias entre los robos y estos tipos. Además andaban muy crecidos celebrando; y yo medio escuché que se habían chingado otra vez "al ruco", o sea a el Patrón.